viernes, 18 de octubre de 2013

UN MARAVILLOSO Y FELIZ DESASTRE FINAL. Mi Primer Marido.

LA BODA DE MI MEJOR AMIGA: YO MISMA.
Podría comenzar esta historia con la estrofa de la canción de Massiel que decía algo así: "Yo tuve tres maridos. Y a los tres envenene. Con unas cuantas gotas de cianuro en el café". Pero no es ese el caso. ¿Que hay a grandes rasgos ciertas similitudes con la letra de la canción?. Cierto. Pero jamás asesiné a ninguno de mis maridos, gracias a Dios, hubiera sido algo tan superficial y vulgar.
El día de mi boda no fue precisamente lo que se dice un día de boda normal. Donde todo el mundo es feliz. La más feliz la novio por supuesto. Ese día estaba adormilada por los relajantes que había tomado a primera hora con un chupito de vodka, ya comenzaba a ser fan fatal de las benzodiacepinas y el vodka, aunque nunca rechacé un orfidal con una buena copa de Tanqueray.
El vestido de Balenciaga hacia honor a su nombre. Mi madre me había ayudado a elegirlo. Algo completamente extraño en ella, ser tan amable conmigo. Pero supongo que viendo el panorama que se le ofrecía en el cercano horizonte. La inmediata desaparición de su vista de su única hija. Los celos que tenía mi madre hacia mí se podrían catalogar se psicosis maniaco depresiva. Sólo quería verme lejos de ella, y lo que era más importante, verme lejos de mi padre.
El afortunado novio por aquel entonces se llamaba Aurelio Urritiaga Vázquez. No poseía ningún titulo nobiliario ni nada por el estilo, cosa que a mi padre no agradó. Para mi padre debía casarme con algún marques, conde o duque, pero la realeza comenzaba a escasear y las arcas había que ir trabajandoselas.
La familia Urritiaga había amasado una inmensa fortuna exportando jamones al Japón. Se comentaba entre la alta sociedad y gente pudiente, que era la familia más rica de todo el norte de España. Su fortuna era incalculable. Mi padre ni siquiera sopesó el hecho de tener un título más en mis apellidos y si pensó que mis cuentas bancarias serían recompensadas. No había nada más que añadir. La boda con Aurelio se celebraría por todo lo alto, solo como los Govanntes suelen hacer, con mucho glamour estilo y empaque.

Tengo que reconocer que pese a la ingesta de benzodiacepinas y vodka me encontraba nerviosa aquella mañana. Mi abuela y mi madre me ayudaron a vestirme junto a mi fiel amigo Boris Porquícia que se encargaría del maquillaje y los toques finales que hacen de una novia normal a una novia espectacular.
Mi abuela la Duquesa del Pepinillo se encontraba sentada en una esquina de mi dormitorio. Sonreía y miraba cómo mi madre no dejaba de gritar pues el ramo de flores aún no había llegado de la floristeria.
- Le corto los huevos al florista maricón de los cojones.
- Tu madre como siempre tan exquisita en su lenguaje, cariño.- Contestó mi abuela sin que mi madre pudiera oírla si lo hiciera la tercera guerra mundial comenzaría en el dormitorio de una novia.- Ah cielos se me olvidaba.- Dijo sonriendo mi abuela.- Este es mi regalo de bodas.
De una caja forrada de terciopelo negro sacó una diadema de brillantes absolutamente fascinante.
- Es la que llevé yo cuando me casé con tu abuelo, y la que llevo mi madre cuando se casó, y mi abuela y así generaciones de Govanntes. Toma es tuya.
- Pero debe de valer.........- traté de terminar la frase pero como siempre mi abuela se adelanto.
- Toda una fortuna.- Sonrió y con cuidado me la colocó suavemente y con delicadeza sobre la cabeza. Boris iba a darle su toque "chic" pero mi abuela lo apartó con un empujón.
- Para esto no hay estudios de diseño. Para esto se nace.- Contesto mi abuela mirando a Boris.



EN LA IGLESIA NO HAY MARCHA ATRÁS
Carmen Polo mi secretaria personal estaba ese día lo suficientemente impertinente como para abofetearla. Me seguía y perseguía durante toda la mañana con la excusa que debía decirme algo muy importante. Yo le dije que aquel día no podía atenderla como de costumbre, que si era algo importante más importante era el día de mi boda.
- A eso mismo me quiero referir.- Contesto Carmen subiéndose las gafas de vista de Valentino.
El coche que tenía papá para las bodas era un Rolls Royce antiguo de una elegancia extrema. Se acercó a mi lado y me abrió la puerta para que entrase. Los quince fotógrafos contratados se apilaron para plasmar el momento. Los flashes hicieron brillar más aún aquella mañana de primavera.
Cuando llegamos a la iglesia Aurelio aún no había llegado. Esto provocó en mi padre un tremendo enfado. ¿Donde se había visto que una novia, del rango y categoría de su hija, tuviese que esperar al novio?. Aquello era imperdonable. Papá no recupero el buen humor en todo el día. Ese sencillo acto de Aurelio hizo sospechar a mi padre que aquel enlace no acabaría bien. Yo simplemente creía que me protegía mucho de todo aquel que intentase hacerme daño. Lo había hecho durante toda su vida, me había protegido de mi madre.
Ella se encontraba junto a mi padre con un exquisito vestido de Chanel y pamela a juego de la última colección. No había reparado en gastos. Si los Urrutiaga eran nuevos ricos, los Govanntes eran ricos y de rancio abolengo. Noté cierta tensión en los padres de Aurelio y mis padres, unos se encontraban frente a los otros, en silencio.
Carmen Polo estaba radiante aquel día. Asesorada por Boris Porquicia se había presentado con un Versace color gris y unas fantásticas gafas de Valentino. Estaba verdaderamente seductora. El vestido oscilaba de un lado a otro con elegancia mientras se acercó a mi discretamente. Me susurró al oído algo que jamás pensé que podría oír de sus labios, aunque más tarde analizando el día pasado pude comprender perfectamente lo que me dijo Carmen Polo antes de entrar en la iglesia.
- No te cases Macarena. Te amo.
Yo le sonreí tiernamente y le acaricié la cara, ella por lo bajo me entregó un pequeño sobre lacrado, muy de su estilo, lo ocultó entre el buque y mis manos.
- Abrelo antes de casarte por favor.
- Cariño. No es el momento.- Le sonreí amablemente y guardé el pequeño sobre en uno de los pliegues del vestido a buen recaudo. Carmen Polo sabia lo que se hacía y si me había entregado aquel sobre por algo importante sería. Pero no quise darle importancia a nada aquel día, aquel día sólo quería ser feliz.
La boda se celebró pese a la media hora que tardo Aurelio en aparecer aludiendo problemas con el coche a lo que Carmen Polo dijo sin tapujos: "Y una mierda". 
La ceremonia fue preciosa. Mi padre contrato en un acto de despilfarro a Luciano Pavarotti, además como el dijo era amigo suyo y le debía algún que otro favor. Pavarotti interpretó el Ave María de Schubert maravillosamente al que todo el mundo aplaudió en un estallido de júbilo dejando un poco atrás el protocolo tan regio que había exigido mi madre. Cuando todo el mundo aplaudió a Pavarotti por su perfecta interpretación del Ave María, mi madre frunció el ceño, se tocó discretamente la punta de la nariz y parpadeó varias veces, eso era síntoma de que pensaba que todos era unos vulgares nuevos ricos, ella que había salido de Lavapiés !!!.



DESDE AQUEL DÍA NUNCA ME GUSTARON LAS SORPRESAS.
Todos los invitados cenaron aquella noche, tomaron tarta, bebieron y bailaron como si nunca lo hubieran hecho. Parecíase que la alta sociedad así como los nuevos ricos no comían nunca excepto en celebraciones, bodas, bautizos y comuniones.
Mi padre seguía distante, manteniendo aquella pose trasnochada de Marqués que ya comenzaba a verse un poco ridícula. Todas sus amistades y enemigos mas intimos sabían que el imperio del salchichón y la butifarra no estaba en su mejor momento y que la familia Govanntes necesitaba una infección monetaria para sobrevivir y no cerrar las fábricas. Tal era nuestra necesidad económica que mi madre había pagado su vestido de Chanel a plazos en una tienda de París para que no se corriese mucho la voz. Y Luchiano Pavarotti había actuado más a la fuerza que por amistad. Luchiano le debía un gran favor a mi padre y esa fue la forma de pagárselo. Así que todo estaba cubierto por una fina cortina de humo donde a los de rancio abolengo se nos miraba con respeto aunque no tuviesen un duro y a los nuevos ricos con sus cuentas en Suiza se les hacía sentir vulgares. Las damas de la alta sociedad así lo hicieron ver durante toda la celebración. Sus miradas por encima del hombro a las mujeres de grandes empresario, banqueros, ricos herederos de fortunas trabajadas con el sudor de sus antepasados.
Aurelio se encontraba intranquilo durante toda la cena. No hacía otra cosa que mirar hacia la puerta de entrada al gran salón nupcial. Carmen Polo me miraba y hacia señales con la mano para que mirase supuestamente hacia donde miraba Aurelio. No pude oírla pero sus labios pronunciaron lentamente como si se dirigiese a un sordomudo:
- Mi-ra a-llí.- Señalo hacia el final del salón justo a la puerta de entrada.
Para calmar a Carmen le sonreí nuevamente. Toqué con mis manos bajo la mesa el pequeño sobre lagrado que me había entregado antes de entrar en la iglesia. ¿Que es lo que ocultaría en su interior?.
Aurelio se excusó para ir al baño. Justo en ese momento miré en dirección donde minutos antes estaba mirando él y donde Carmen me señalaba constantemente. Pude ver como un hombre de pelo rubio platino se levantaba y se dirigía a los servicios. Yo sonreía alegremente a todos los invitados como si no sucediese nada pero estaba claro que allí se mascaba la tragedia, (ese toque dramático lo heredé de mi abuela). Carmen por su parte no hacía otra cosa que desde la distancia seguir pronunciando moviendo lentamente los labios para que yo entendiese lo que me quería comunicar.
- Si-gue-los.
Me levanté pidiendo disculpas a mis padres y suegros y me dirigí hacia los cuartos de baño. El pasillo estaba decorado estilo barroco todo muy dorado y con cortinajes venecianos. El suelo de mármol negro hacía que el sonido de mis zapatos sonaran como martillos de cristal, clak, clak, clak clak.
Antes de entrar a los baños miré hacia tras, no venia nadie así que me dirigí rauda al servicio de caballeros. Aquello era una estupidez. ¿Y si hubiera alguien dentro?. Pondría el pretexto de que estaba achispada por el champán y que sin duda me había equivocado, o eso, o es que de repente a las señoras les había crecido el clítoris una barbaridad.
Abrí la puerta lentamente. Nada más hacerlo puede oír una conversación. Trataban de hacer el mínimo ruido posible así que hablaban muy bajito. Entré completamente sin hacer ruido, de puntillas, no quería que me delataran los tacones de PRADA. Abrí una puerta de uno de los servicios y allí me encontré a Aurelio con los pantalones bajados y aquel joven de pelo color platino al cual se la estaba metiendo entera mi Aurelio. Todo un espectáculo.
- Macarena espera. Esto tiene una explicación.- Dijo Aurelio subiéndose los pantalones no sin antes sacar su pene del culo del rubio.
- ¿Cómo pudiste hacerme esto a mi?. Yo que te hubiese querido hasta el fin.- Conteste fríamente.
- !Macarena, eso es una estrofa de una canción de Alaska¡. No sé dime algo, insultame si te sientes mejor haciéndolo.- Aurelio se había quedado pasmado ante mi contestación.
- Estoy demasiado dolida como para sacar una frase de mi propia cosecha.- Contesté. 
En aquel momento saqué el sobre que guardaba en el vestido de novia, rompí el lacre con rabia y de el pude sacar una pequeña fotografía en blanco y negro.
Allí estaba. Aurelio abrazado a un hombre, el hombre de pelo rubio platino, sin duda tintado en honor a Madonna o a Marylin Monroe. Si alguien idolatraba más a estas dos estrellas eran los homosexuales. Miré la fotografía detenidamente, parecían tan enamorados. 
¿Cómo no pude darme cuenta antes?. Aurelio llevaba una vida muy tranquila y muy regida por los horarios que le imponían sus negocios. Lo tenia como aquel quien dice muy bien controlado pero se ve que más controlado lo tenia mi secretaria y amiga del alma Carmen Polo. Justo en aquel momento entró en los aseos de caballeros. Aquella vez, además de secretaria y fiel amiga había realizado la labor de detective. Aunque ella jamás hubiera sido Miss Marple sino James Bond.
- No quería decírtelo pues tenia miedo de que no me creyeses y me apartases de ti.- Contestó Carmen.
- Yo nunca hubiera hecho eso querida, nunca aparto de mi a las personas que me quieran de verdad.- Miré fríamente a Aurelio y aquel plagio de Madonna que tenía por novio.
- Macarena no tiene porqué enterarse nadie.- Contestó Aurelio tranquilamente como si ya lo tuviese todo preparado.- Seguimos con nuestro matrimonio y cada uno hace su vida por separado. No negarás que la fortuna de mi familia ayudaría a pasar el bache a la tuya.
Aquello era el colmo. !Encima quería que fuese una cornuda consentida¡.
- De eso ni hablar.- Contesté tirando la fotografía al suelo.
- Macarena, cariño espera un momento y piensa fríamente. No te precipites.- Contestó mi querida Carmen Polo.- Quizás no sea una mala idea. ¿Piensa qué es lo que haría tu abuela en este caso?.
- Mi abuela sin dudarlo aceptaría el trato.- Contesté sabiendo que era cierto. La familia Govanntes estaba en la quiebra total y había que salvarla. Eso es lo que hubiera hecho mi abuela.
En ese momento de libre y fatal revelación de la verdad de mi futuro con Aurelio, en el salón se pudo oír una algarabía de voces, sillas tiradas al suelo, platos rotos. ¿Que estaba pasando?.
- Esperar aquí todos. Ahora vuelvo.- Dijo Carmen Polo que sin duda era la más hombre de los allí presentes. Una lesbiana de tomo y lomo. Una James Bond vestida de Versace.



LA PISTOLA DE LA PEQUEÑA MISS CHINATOWN 
Mikel Urritiaga su esposa y sus dos hijas se encontraban en el salón de baile en el momento que comenzó todo. Los invitados que permanecían cenando comenzarón a gritar al ver entrar a una joven y pequeña China armada con una pistola de enormes proporciones de un color negro resplandeciente. Buscaba a Don Mikel Urritiaga, la pequeña Miss Chinatown miembro de una banda de chinos mafiosos venía a cobrar su deuda.
Carmen Polo se convirtio en mis ojos para poder relatar lo sucedido. Salió de los aseos de caballeros y pudo ver como la pequeña china preguntaba por el señor Mikel apuntando con su pistola la cabeza de mi abuela.
- Señorita no hace falta que sea usted tan impertinente. Se lo diré con gusto. El señor Mikel Urrutiaga se encuentra en el salón de baile con toda su familia. Y ahora aparte de mi esa pistola o se verá metida en serios problemas.- Contesto mi abuelo con una pequeña y diabólica sonrisa.
La joven china se quedó perpleja ante el valor de aquella anciana. Retiro la pistola de la cabeza de mi abuela y se dirigió hacia el salón de baile. Alzó su pistola y disparó dos veces al techo en señal de que todo aquello no era broma.
La señora de Urrutiga pudo oír los disparos.
- Cielos. ¿Y esos petardos?. Tanta nobleza, tanta leches para luego tirar petardos en una boda.- Contestó queriendo decir que los nobles se habían convertido en patanes y que ya no quedaba estilo en aquella sociedad.
 La pequeña Miss ChinaTown entró en el salón de baile donde únicamente se encontraba la familia Urrutia. El señor Mikel sentado en un sofá estilo Luis XV estaba fumando un puro y mantenía sobre su mano una copa de coñac. Los nuevos ricos seguían manteniendo las tradiciones de los pobres.
- ¿Quien es usted?.- Preguntó Don Urrutia levantandose del sillón y poniendo a sus espaldas a su mujer e hijas ya que aquella china loca llevaba una pistola en sus manos. Estaba seguro, la conocía, era LA PEQUEÑA MISS CHINATOWN, la recaudadora de la pequeña mafia china del norte. Negocios turbios los unían pero parece ser que Don Urrutia esta vez no había cumplido con su palabra.
- "Pagalas pol lo que has hecho, celdo cabrol".- Dijo la pequeña Miss Chinatown apuntando con su pistola a la cabeza de Don Urrutia y disparando sin escrúpulo alguno. Después disparó de igual manera, fría y calculadora a la señora de Urritiaga y a sus dos hijas.
Sopló el cañón de la pistola y salió lanzada por una de las ventanas como si se tratase de un ninja. La pequeña Miss Chinatown desapareció con la misma efectividad que había aparecido.

UN DULCE DESASTRE
Tras lo ocurrido todos los invitados salieron rápidamente de los salones. Aurelio se acercó hacia el salón de baile para ver a toda su familia asesinada. Los trozos de cerebro y astillas del cráneo se esparcían por todo el sillón.
Un mes mas tarde acudimos a la lectura del testamento de Don Mikel Urrutiaga. Toda su fortuna, todas sus empresas habían sido heredadas por Aurelio. Ahora mi primer marido era uno de los hombres más ricos y poderosos de España, aunque por las noches le encantase vestir de miriñaque.
El consejo que me dio a seguir Carmen Polo y mi abuela fue sin duda algo que marcaria mi destino de por vida. Seguir casada con Aurelio y llevar vidas distintas siempre y cuando pasase directamente a mi nombre la mitad de toda su fortuna. Si los clientes de Aurelio Urritiaga se enterasen de que su verdadera señora esposa era un transformista que imitaba a Madonna cantando el Vogue en bares de Chueca, sería un desastre para él. Aurelio lo sabía y sabía el precio que tenia que pagar por ello. Me había estado engañando durante cinco largos años de noviazgo y quiso engañarme una vez casada, no se merecía otra cosa. Aborrezco a los homosexuales dentro del armario que se casan para tapar bocas. Esos son los auténticos MARICONES. Mi abuela estaba completamente de acuerdo con mi pensamiento.
Aquella mañana de invierno era mas fría que de costumbre. Madrid estaba atestado de vehículos y era casi imposible llegar puntualmente al centro de la ciudad. Cuando lo conseguí, bajé del mercedes y entré en el banco. No pregunté por nadie, era algo transcendental en alguien de mi posición. Los empleados me saludaron y dejaron pasar directamente al despacho del director.
Tecleo en unos segundos unos códigos de transferencias y giró la pantalla del ordenador. en ella se podía ver mi nombre: Macarena Govanntes. Y sobre todo mi nuevo saldo: Cien millones de Euros.


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