viernes, 18 de octubre de 2013

UN MARAVILLOSO Y FELIZ DESASTRE FINAL. Mi Primer Marido.

LA BODA DE MI MEJOR AMIGA: YO MISMA.
Podría comenzar esta historia con la estrofa de la canción de Massiel que decía algo así: "Yo tuve tres maridos. Y a los tres envenene. Con unas cuantas gotas de cianuro en el café". Pero no es ese el caso. ¿Que hay a grandes rasgos ciertas similitudes con la letra de la canción?. Cierto. Pero jamás asesiné a ninguno de mis maridos, gracias a Dios, hubiera sido algo tan superficial y vulgar.
El día de mi boda no fue precisamente lo que se dice un día de boda normal. Donde todo el mundo es feliz. La más feliz la novio por supuesto. Ese día estaba adormilada por los relajantes que había tomado a primera hora con un chupito de vodka, ya comenzaba a ser fan fatal de las benzodiacepinas y el vodka, aunque nunca rechacé un orfidal con una buena copa de Tanqueray.
El vestido de Balenciaga hacia honor a su nombre. Mi madre me había ayudado a elegirlo. Algo completamente extraño en ella, ser tan amable conmigo. Pero supongo que viendo el panorama que se le ofrecía en el cercano horizonte. La inmediata desaparición de su vista de su única hija. Los celos que tenía mi madre hacia mí se podrían catalogar se psicosis maniaco depresiva. Sólo quería verme lejos de ella, y lo que era más importante, verme lejos de mi padre.
El afortunado novio por aquel entonces se llamaba Aurelio Urritiaga Vázquez. No poseía ningún titulo nobiliario ni nada por el estilo, cosa que a mi padre no agradó. Para mi padre debía casarme con algún marques, conde o duque, pero la realeza comenzaba a escasear y las arcas había que ir trabajandoselas.
La familia Urritiaga había amasado una inmensa fortuna exportando jamones al Japón. Se comentaba entre la alta sociedad y gente pudiente, que era la familia más rica de todo el norte de España. Su fortuna era incalculable. Mi padre ni siquiera sopesó el hecho de tener un título más en mis apellidos y si pensó que mis cuentas bancarias serían recompensadas. No había nada más que añadir. La boda con Aurelio se celebraría por todo lo alto, solo como los Govanntes suelen hacer, con mucho glamour estilo y empaque.

Tengo que reconocer que pese a la ingesta de benzodiacepinas y vodka me encontraba nerviosa aquella mañana. Mi abuela y mi madre me ayudaron a vestirme junto a mi fiel amigo Boris Porquícia que se encargaría del maquillaje y los toques finales que hacen de una novia normal a una novia espectacular.
Mi abuela la Duquesa del Pepinillo se encontraba sentada en una esquina de mi dormitorio. Sonreía y miraba cómo mi madre no dejaba de gritar pues el ramo de flores aún no había llegado de la floristeria.
- Le corto los huevos al florista maricón de los cojones.
- Tu madre como siempre tan exquisita en su lenguaje, cariño.- Contestó mi abuela sin que mi madre pudiera oírla si lo hiciera la tercera guerra mundial comenzaría en el dormitorio de una novia.- Ah cielos se me olvidaba.- Dijo sonriendo mi abuela.- Este es mi regalo de bodas.
De una caja forrada de terciopelo negro sacó una diadema de brillantes absolutamente fascinante.
- Es la que llevé yo cuando me casé con tu abuelo, y la que llevo mi madre cuando se casó, y mi abuela y así generaciones de Govanntes. Toma es tuya.
- Pero debe de valer.........- traté de terminar la frase pero como siempre mi abuela se adelanto.
- Toda una fortuna.- Sonrió y con cuidado me la colocó suavemente y con delicadeza sobre la cabeza. Boris iba a darle su toque "chic" pero mi abuela lo apartó con un empujón.
- Para esto no hay estudios de diseño. Para esto se nace.- Contesto mi abuela mirando a Boris.



EN LA IGLESIA NO HAY MARCHA ATRÁS
Carmen Polo mi secretaria personal estaba ese día lo suficientemente impertinente como para abofetearla. Me seguía y perseguía durante toda la mañana con la excusa que debía decirme algo muy importante. Yo le dije que aquel día no podía atenderla como de costumbre, que si era algo importante más importante era el día de mi boda.
- A eso mismo me quiero referir.- Contesto Carmen subiéndose las gafas de vista de Valentino.
El coche que tenía papá para las bodas era un Rolls Royce antiguo de una elegancia extrema. Se acercó a mi lado y me abrió la puerta para que entrase. Los quince fotógrafos contratados se apilaron para plasmar el momento. Los flashes hicieron brillar más aún aquella mañana de primavera.
Cuando llegamos a la iglesia Aurelio aún no había llegado. Esto provocó en mi padre un tremendo enfado. ¿Donde se había visto que una novia, del rango y categoría de su hija, tuviese que esperar al novio?. Aquello era imperdonable. Papá no recupero el buen humor en todo el día. Ese sencillo acto de Aurelio hizo sospechar a mi padre que aquel enlace no acabaría bien. Yo simplemente creía que me protegía mucho de todo aquel que intentase hacerme daño. Lo había hecho durante toda su vida, me había protegido de mi madre.
Ella se encontraba junto a mi padre con un exquisito vestido de Chanel y pamela a juego de la última colección. No había reparado en gastos. Si los Urrutiaga eran nuevos ricos, los Govanntes eran ricos y de rancio abolengo. Noté cierta tensión en los padres de Aurelio y mis padres, unos se encontraban frente a los otros, en silencio.
Carmen Polo estaba radiante aquel día. Asesorada por Boris Porquicia se había presentado con un Versace color gris y unas fantásticas gafas de Valentino. Estaba verdaderamente seductora. El vestido oscilaba de un lado a otro con elegancia mientras se acercó a mi discretamente. Me susurró al oído algo que jamás pensé que podría oír de sus labios, aunque más tarde analizando el día pasado pude comprender perfectamente lo que me dijo Carmen Polo antes de entrar en la iglesia.
- No te cases Macarena. Te amo.
Yo le sonreí tiernamente y le acaricié la cara, ella por lo bajo me entregó un pequeño sobre lacrado, muy de su estilo, lo ocultó entre el buque y mis manos.
- Abrelo antes de casarte por favor.
- Cariño. No es el momento.- Le sonreí amablemente y guardé el pequeño sobre en uno de los pliegues del vestido a buen recaudo. Carmen Polo sabia lo que se hacía y si me había entregado aquel sobre por algo importante sería. Pero no quise darle importancia a nada aquel día, aquel día sólo quería ser feliz.
La boda se celebró pese a la media hora que tardo Aurelio en aparecer aludiendo problemas con el coche a lo que Carmen Polo dijo sin tapujos: "Y una mierda". 
La ceremonia fue preciosa. Mi padre contrato en un acto de despilfarro a Luciano Pavarotti, además como el dijo era amigo suyo y le debía algún que otro favor. Pavarotti interpretó el Ave María de Schubert maravillosamente al que todo el mundo aplaudió en un estallido de júbilo dejando un poco atrás el protocolo tan regio que había exigido mi madre. Cuando todo el mundo aplaudió a Pavarotti por su perfecta interpretación del Ave María, mi madre frunció el ceño, se tocó discretamente la punta de la nariz y parpadeó varias veces, eso era síntoma de que pensaba que todos era unos vulgares nuevos ricos, ella que había salido de Lavapiés !!!.



DESDE AQUEL DÍA NUNCA ME GUSTARON LAS SORPRESAS.
Todos los invitados cenaron aquella noche, tomaron tarta, bebieron y bailaron como si nunca lo hubieran hecho. Parecíase que la alta sociedad así como los nuevos ricos no comían nunca excepto en celebraciones, bodas, bautizos y comuniones.
Mi padre seguía distante, manteniendo aquella pose trasnochada de Marqués que ya comenzaba a verse un poco ridícula. Todas sus amistades y enemigos mas intimos sabían que el imperio del salchichón y la butifarra no estaba en su mejor momento y que la familia Govanntes necesitaba una infección monetaria para sobrevivir y no cerrar las fábricas. Tal era nuestra necesidad económica que mi madre había pagado su vestido de Chanel a plazos en una tienda de París para que no se corriese mucho la voz. Y Luchiano Pavarotti había actuado más a la fuerza que por amistad. Luchiano le debía un gran favor a mi padre y esa fue la forma de pagárselo. Así que todo estaba cubierto por una fina cortina de humo donde a los de rancio abolengo se nos miraba con respeto aunque no tuviesen un duro y a los nuevos ricos con sus cuentas en Suiza se les hacía sentir vulgares. Las damas de la alta sociedad así lo hicieron ver durante toda la celebración. Sus miradas por encima del hombro a las mujeres de grandes empresario, banqueros, ricos herederos de fortunas trabajadas con el sudor de sus antepasados.
Aurelio se encontraba intranquilo durante toda la cena. No hacía otra cosa que mirar hacia la puerta de entrada al gran salón nupcial. Carmen Polo me miraba y hacia señales con la mano para que mirase supuestamente hacia donde miraba Aurelio. No pude oírla pero sus labios pronunciaron lentamente como si se dirigiese a un sordomudo:
- Mi-ra a-llí.- Señalo hacia el final del salón justo a la puerta de entrada.
Para calmar a Carmen le sonreí nuevamente. Toqué con mis manos bajo la mesa el pequeño sobre lagrado que me había entregado antes de entrar en la iglesia. ¿Que es lo que ocultaría en su interior?.
Aurelio se excusó para ir al baño. Justo en ese momento miré en dirección donde minutos antes estaba mirando él y donde Carmen me señalaba constantemente. Pude ver como un hombre de pelo rubio platino se levantaba y se dirigía a los servicios. Yo sonreía alegremente a todos los invitados como si no sucediese nada pero estaba claro que allí se mascaba la tragedia, (ese toque dramático lo heredé de mi abuela). Carmen por su parte no hacía otra cosa que desde la distancia seguir pronunciando moviendo lentamente los labios para que yo entendiese lo que me quería comunicar.
- Si-gue-los.
Me levanté pidiendo disculpas a mis padres y suegros y me dirigí hacia los cuartos de baño. El pasillo estaba decorado estilo barroco todo muy dorado y con cortinajes venecianos. El suelo de mármol negro hacía que el sonido de mis zapatos sonaran como martillos de cristal, clak, clak, clak clak.
Antes de entrar a los baños miré hacia tras, no venia nadie así que me dirigí rauda al servicio de caballeros. Aquello era una estupidez. ¿Y si hubiera alguien dentro?. Pondría el pretexto de que estaba achispada por el champán y que sin duda me había equivocado, o eso, o es que de repente a las señoras les había crecido el clítoris una barbaridad.
Abrí la puerta lentamente. Nada más hacerlo puede oír una conversación. Trataban de hacer el mínimo ruido posible así que hablaban muy bajito. Entré completamente sin hacer ruido, de puntillas, no quería que me delataran los tacones de PRADA. Abrí una puerta de uno de los servicios y allí me encontré a Aurelio con los pantalones bajados y aquel joven de pelo color platino al cual se la estaba metiendo entera mi Aurelio. Todo un espectáculo.
- Macarena espera. Esto tiene una explicación.- Dijo Aurelio subiéndose los pantalones no sin antes sacar su pene del culo del rubio.
- ¿Cómo pudiste hacerme esto a mi?. Yo que te hubiese querido hasta el fin.- Conteste fríamente.
- !Macarena, eso es una estrofa de una canción de Alaska¡. No sé dime algo, insultame si te sientes mejor haciéndolo.- Aurelio se había quedado pasmado ante mi contestación.
- Estoy demasiado dolida como para sacar una frase de mi propia cosecha.- Contesté. 
En aquel momento saqué el sobre que guardaba en el vestido de novia, rompí el lacre con rabia y de el pude sacar una pequeña fotografía en blanco y negro.
Allí estaba. Aurelio abrazado a un hombre, el hombre de pelo rubio platino, sin duda tintado en honor a Madonna o a Marylin Monroe. Si alguien idolatraba más a estas dos estrellas eran los homosexuales. Miré la fotografía detenidamente, parecían tan enamorados. 
¿Cómo no pude darme cuenta antes?. Aurelio llevaba una vida muy tranquila y muy regida por los horarios que le imponían sus negocios. Lo tenia como aquel quien dice muy bien controlado pero se ve que más controlado lo tenia mi secretaria y amiga del alma Carmen Polo. Justo en aquel momento entró en los aseos de caballeros. Aquella vez, además de secretaria y fiel amiga había realizado la labor de detective. Aunque ella jamás hubiera sido Miss Marple sino James Bond.
- No quería decírtelo pues tenia miedo de que no me creyeses y me apartases de ti.- Contestó Carmen.
- Yo nunca hubiera hecho eso querida, nunca aparto de mi a las personas que me quieran de verdad.- Miré fríamente a Aurelio y aquel plagio de Madonna que tenía por novio.
- Macarena no tiene porqué enterarse nadie.- Contestó Aurelio tranquilamente como si ya lo tuviese todo preparado.- Seguimos con nuestro matrimonio y cada uno hace su vida por separado. No negarás que la fortuna de mi familia ayudaría a pasar el bache a la tuya.
Aquello era el colmo. !Encima quería que fuese una cornuda consentida¡.
- De eso ni hablar.- Contesté tirando la fotografía al suelo.
- Macarena, cariño espera un momento y piensa fríamente. No te precipites.- Contestó mi querida Carmen Polo.- Quizás no sea una mala idea. ¿Piensa qué es lo que haría tu abuela en este caso?.
- Mi abuela sin dudarlo aceptaría el trato.- Contesté sabiendo que era cierto. La familia Govanntes estaba en la quiebra total y había que salvarla. Eso es lo que hubiera hecho mi abuela.
En ese momento de libre y fatal revelación de la verdad de mi futuro con Aurelio, en el salón se pudo oír una algarabía de voces, sillas tiradas al suelo, platos rotos. ¿Que estaba pasando?.
- Esperar aquí todos. Ahora vuelvo.- Dijo Carmen Polo que sin duda era la más hombre de los allí presentes. Una lesbiana de tomo y lomo. Una James Bond vestida de Versace.



LA PISTOLA DE LA PEQUEÑA MISS CHINATOWN 
Mikel Urritiaga su esposa y sus dos hijas se encontraban en el salón de baile en el momento que comenzó todo. Los invitados que permanecían cenando comenzarón a gritar al ver entrar a una joven y pequeña China armada con una pistola de enormes proporciones de un color negro resplandeciente. Buscaba a Don Mikel Urritiaga, la pequeña Miss Chinatown miembro de una banda de chinos mafiosos venía a cobrar su deuda.
Carmen Polo se convirtio en mis ojos para poder relatar lo sucedido. Salió de los aseos de caballeros y pudo ver como la pequeña china preguntaba por el señor Mikel apuntando con su pistola la cabeza de mi abuela.
- Señorita no hace falta que sea usted tan impertinente. Se lo diré con gusto. El señor Mikel Urrutiaga se encuentra en el salón de baile con toda su familia. Y ahora aparte de mi esa pistola o se verá metida en serios problemas.- Contesto mi abuelo con una pequeña y diabólica sonrisa.
La joven china se quedó perpleja ante el valor de aquella anciana. Retiro la pistola de la cabeza de mi abuela y se dirigió hacia el salón de baile. Alzó su pistola y disparó dos veces al techo en señal de que todo aquello no era broma.
La señora de Urrutiga pudo oír los disparos.
- Cielos. ¿Y esos petardos?. Tanta nobleza, tanta leches para luego tirar petardos en una boda.- Contestó queriendo decir que los nobles se habían convertido en patanes y que ya no quedaba estilo en aquella sociedad.
 La pequeña Miss ChinaTown entró en el salón de baile donde únicamente se encontraba la familia Urrutia. El señor Mikel sentado en un sofá estilo Luis XV estaba fumando un puro y mantenía sobre su mano una copa de coñac. Los nuevos ricos seguían manteniendo las tradiciones de los pobres.
- ¿Quien es usted?.- Preguntó Don Urrutia levantandose del sillón y poniendo a sus espaldas a su mujer e hijas ya que aquella china loca llevaba una pistola en sus manos. Estaba seguro, la conocía, era LA PEQUEÑA MISS CHINATOWN, la recaudadora de la pequeña mafia china del norte. Negocios turbios los unían pero parece ser que Don Urrutia esta vez no había cumplido con su palabra.
- "Pagalas pol lo que has hecho, celdo cabrol".- Dijo la pequeña Miss Chinatown apuntando con su pistola a la cabeza de Don Urrutia y disparando sin escrúpulo alguno. Después disparó de igual manera, fría y calculadora a la señora de Urritiaga y a sus dos hijas.
Sopló el cañón de la pistola y salió lanzada por una de las ventanas como si se tratase de un ninja. La pequeña Miss Chinatown desapareció con la misma efectividad que había aparecido.

UN DULCE DESASTRE
Tras lo ocurrido todos los invitados salieron rápidamente de los salones. Aurelio se acercó hacia el salón de baile para ver a toda su familia asesinada. Los trozos de cerebro y astillas del cráneo se esparcían por todo el sillón.
Un mes mas tarde acudimos a la lectura del testamento de Don Mikel Urrutiaga. Toda su fortuna, todas sus empresas habían sido heredadas por Aurelio. Ahora mi primer marido era uno de los hombres más ricos y poderosos de España, aunque por las noches le encantase vestir de miriñaque.
El consejo que me dio a seguir Carmen Polo y mi abuela fue sin duda algo que marcaria mi destino de por vida. Seguir casada con Aurelio y llevar vidas distintas siempre y cuando pasase directamente a mi nombre la mitad de toda su fortuna. Si los clientes de Aurelio Urritiaga se enterasen de que su verdadera señora esposa era un transformista que imitaba a Madonna cantando el Vogue en bares de Chueca, sería un desastre para él. Aurelio lo sabía y sabía el precio que tenia que pagar por ello. Me había estado engañando durante cinco largos años de noviazgo y quiso engañarme una vez casada, no se merecía otra cosa. Aborrezco a los homosexuales dentro del armario que se casan para tapar bocas. Esos son los auténticos MARICONES. Mi abuela estaba completamente de acuerdo con mi pensamiento.
Aquella mañana de invierno era mas fría que de costumbre. Madrid estaba atestado de vehículos y era casi imposible llegar puntualmente al centro de la ciudad. Cuando lo conseguí, bajé del mercedes y entré en el banco. No pregunté por nadie, era algo transcendental en alguien de mi posición. Los empleados me saludaron y dejaron pasar directamente al despacho del director.
Tecleo en unos segundos unos códigos de transferencias y giró la pantalla del ordenador. en ella se podía ver mi nombre: Macarena Govanntes. Y sobre todo mi nuevo saldo: Cien millones de Euros.


viernes, 4 de octubre de 2013

DESCARADAMENTE ROTEMBERGER. ¿Quién Es Esa Chica?.

MAS ES MAS
Aunque las "fhasionistas" urbanas de pacotilla o nuevas ricas sin estilo crean a pies juntillas que existe un centro donde CHANEL oferta sus trajes de temporadas pasadas, os puedo asegurar que es absolutamente falso.
Por aquellos años Boris Porquícia era mi manager assistant. Estaba novio con un escritor 18 años mayor que Boris, de el cual no se le conocía trabajo alguno, solo su primer y único libro que publicó una editorial desconocida e independiente de New York. El libro versaba sobre el clítoris de la mujer como símbolo del falo masculino reducido y oprimido por el machismo. Algo confuso e inconcreto que hacia que el lector se sumergiese en un laberinto de masturbaciones y placer anal homosexual, según Torcuato, el novio escritor de Boris, su libro otorgaba a la mujer el puesto que se merecía en la sociedad de hoy en día a través del ano del sexo masculino y la masturbación femenina en grupo. 
Todo aquello se me escapaba un poco de mi inconsciente y digo inconsciente porque jamas tuve consciente o para mejor entendimiento, era una inconsciente del verbo inconsistencia, referente a la incapacidad de retener las ganas de miccionar. Creo que me estoy haciendo un lío, pero bueno ya a estas alturas deberían saber que no soy una profesional del literato, solo una aficionada al chismorreo que se ve arrastrada por estos mundos de Internet a contar sus vivencias para a la vez darle sentido a las mismas, ya comienzo a liarme otra vez, liar que viene del verbo droga, pues lo "porreros" suelen utilizar dicho vocablo a menudo, "vamos a liarnos un porro" por un decir y para que ustedes entiendan.
Aquella mañana nos encontrábamos en la quinta avenida de New york actualizando mi fondo de armario. Y qué mejor lugar para actualizar un fondo de armario de una mujer de mundo y sofisticada que en CHANEL. Boris Porquícia que por aquellos años era mi manager assistant dijo que CHANEL no era lo último en tendencias, que ahora la mujer sofisticada apostaba por VALENTINO.
- ¿Tu crees?.- Le pregunté extrañada. De toda la vida de Dios, un CHANEL era símbolo inequívoco de estatus social de lo más "In". Pocas amigas se podían comprar un CHANEL de última temporada, eso si, fanfarroneaban de las cuentas en Suiza y de lo generosos que eran sus esposos cuando les realizaban sexo oral, cumplian ellos con caros vestidos, pero nunca caía en sus roperos un CHANEL de temporada, a lo sumo de dos o tres temporadas anteriores.
- Está bien.- Dije convencida.- Si tu que eres el experto dices que esta temporada lo que se lleva es VALENTINO, pues no se diga más.
Y así llegamos a la fabulosa y lujosa tienda de VALENTINO de la Quinta Avenida. Sus dependientas, la más tonta, tenía un master en marketing y sabían cómo vender el vestido más lujoso y caro por muy difícil de llevar que fuese. No todas tenemos un porte elegante como el mio, distinguido y sofisticado.

¿QUÉ DIABLOS?
(¿Quién Es Esa Chica?) 
Nada más entrar en la tienda, el novio de Boris, el Señor Torcuato expresó su malestar por pagar miles de dólares por un trozo de tela. Decía que con aquel dinero se podría publicar su nueva novela que llevaba dos años guardada en el cajón.
- Cariño la vida es así. Quien tiene dinero se lo gasta donde le da la real gana.- Contesté.
Una jovencísima chica rubia nos abrió la puerta y nos dio los buenos días con aquel espantoso acento neoyorquino. Nosotros desplegamos nuestro don de lenguas contestándole con un simple. Buenos Días en castellano para que se enterase que no solo la clase y estilo existía en New York. La dependienta ágil como gacela nos devolvió el saludo en un castellano perfecto.
- Buenos días. Están ustedes en su casa.
El señor Torcuato se quedó perplejo.
- Juraría que ese acepto es madrileño.
La joven rubia y dependienta sonrió levemente contestando que era del barrio de Móstoles, Madrid.
- !Cielos santo¡.- Exclamó Boris. Jamás hubiera pensado que una rubia y elegante señorita con su estilo fuese de Móstoles.
Al final de la tienda, decorada exquisitamente, se encontraba una joven que revolucionaba al resto de compañeras de la de Móstoles. Gritaba como una loca y a la vez reía como una esquizofrénica. Lanzaba a manos de las empleadas los vestidos que desechaba aludiendo que eran puros andrajos.
- Una ya no se puede fiar ni de VALENTINO. ¿Donde se marchó el glamour?.- Preguntó para ella misma.
De repente pudimos oír un gritito de la chica seguido de varias carcajadas.
- Esto, esto es lo que estaba buscando. Lo vi en la última pasarela en Milán. ¿Me pone media docena de este modelo en todos los colores por favor?.
¿Quien era esa chica?. Estaba claro que era española. Su acento también de Madrid, parecía que aquella mañana estaba la Gran Vía madrileña en la tienda.
- Esto me produce arcadas.- Dijo el señor Torcuato poniéndose muy pesado con eso de gastar dinero en trapitos.
Se dirigió hacia la joven. Le dio unos golpecitos en el hombro para llamar su atención, Boris quería morir en aquellos instante, sin duda no era un novio, era un lastre para su carrera, pensó Boris mientras seguimos sus pasos hacia la joven desconocida.
La chica al notar que le tocaban el hombro, giró la cara. 
- No gracias no deseo café. Bueno quizás una buena copa de Jack Daniel´s. Y de se prisa estoy sedienta.- Contesto la desconocida continuando con la búsqueda de la prenda adecuada.
- Disculpe señorita. No soy dependiente de esta tienda. Solo quería expresar mi insatisfacción por el derroche consumista de algunas mujeres que parecen haber nacido para las compras compulsivas.- Sentenció el señor Torcuato. Nosotros llegamos en ese mismo instante.
La Joven miró  aquel viejo con pinta de trasnochado profesor  universitario de Harvard, Massachusetts. Luego dirigió su mirada a Boris y a mi. Una mirada como diciendo: "¿Vienen con el?. Acto seguido dejo sobre un mostrador de cristal Swarovki una blusa en color blanco perla con botones negro nacarados.
- ¿Y a este que le pasa?. ¿Le faltó oxigeno al nacer?. ¿Alguien le ha pedido su opinión?. Pedazo de carne con sombrero. Es típico de las viejas mariquitas tener esa envidia hacia chicas jóvenes y bellas como yo. ¿Sabe?. En el fondo le encantaría ir vestido por su casa con estos trapos como usted dice.


NO SIN MIS SUNGLASSES
Para enderezar la mala educación del señor Torcuato que ya me tenia nerviosa. Me presenté a la joven desconocida, eso si, sin quitarme las gafas de sol. Una dama de alta sociedad jamás se quita las gafas de sol ante una adversaria, y más aún si era del calibre de aquella descarada desconocida.
- Perdónelo señorita. Es cierto, es un viejo loco.- Miré a Torcuato.- Y efectivamente mariquita.- Volví a mirar a Torcuato.- Y debo darle toda la razón señorita. Estoy segura de que en su armario hay abrigos de astracán y sombreros de los años 50. Y de que viste en la intimidad imitando el glamour nato de su madre fallecida. ¿No es así Torcuato?.
- Macarena un respeto.- Dijo Boris en voz baja.
Miré a Boris con mirada incipiente, me acerqué al oído y le dije todo lo que pensaba.
- Este novio echará a perder tu prometedora carrera. Debes deshacerte de él inmediatamente. No te aporta nada, al contrario, te está robando tu arte y tu juventud. Por no mencionar lo tremendamente molesto que me resulta.- Me quedé mas ancha que pancha.
- Señorita. Mi nombre es Macarena Govanntes. Futura Marquesa de Govanntes. ¿Y usted es?.
- Mi nombre es Margarita Rotemberger Destradivarius De Todos Los Santos. Veo que somos de Madrid. ¿Y no hemos coincidido en ninguna recepción?. ¿Es extraño verdad?. Dos jovencísimas multimillonarias que no se han conocido en su ciudad y se conocen allende los mares.- Margarita hizo un gesto con la mano como quien desea divisar la costa desde un barco a lo lejos.
- Por Dios. Yo la mato.- Contesto por lo bajo el señor Torcuato.
- Pues no. No he tenido el placer de conocerla anteriormente.- Contesté.- Es usted sin duda bellisima.
- Gracias.- Contesto Margarita sonriendo y dejando caer ligeramente y sencilla a la vez la cabeza sobre un hombro.
De pronto pareció como si se hubiera acordado de algo y gritó descarada a una de las dependientas.
- !Y el traje de inmenso escote a la espalda de pura seda color agua estancada!. ¿Donde está?. No tengo todo el día. Por dios Santo una debe de estar en todo sino, te dejan aquí tirada abandonada como una colilla. Pero bueno imagino que tu ya lo sabrás.- Dijo refiriéndose a mi.


BOLLERAS DE CONCIENCIA
Aquel día a través de terceras personas descubrí que Margarita Rotemberger sería una de mis mejores amigas. Las dos descubrimos por casualidad que estábamos hechas la una para la otra. Y que eramos lo que dentro de un club pequeño selecto y distinguido, veníamos a llamarnos bolleras de conciencia.

Paso a explicar al lector que es una Bollera de Conciencia:

Allá por los años 80´s estaba muy en "vogue" ser feminista. Era lo más de lo más. El más alto nivel que una mujer podría llegar a alcanzar. El acto de ser una mujer liberada del yugo del machismo. Una mujer feminista era lo más moderno que podía ser una en unos tiempos donde encasillarse era el primer objetivo de las personas. Todos querían pertenecer a un grupo social, todos quería identificarse bien a través de la ropa, las llamadas tribus urbanas que pulularon por los 80´s, bien perteneciendo a un club social. El caso era estar etiquetado. Todo lo contrario de hoy en día. Hoy nadie quiere etiquetas, bueno, solo los clasistas.
Bien prosigo pues tiendo a perderme en el mundo de la expresión literata, del verbo literatus que viene del verbo proscrito, del sustantivo criminal. Creo que he vuelto a conjuntar mal los verbos. ¿O es conjugar los verbos?.
A principios de los 90´s hubo un movimiento social muy reducido entre la alta sociedad Madrileña. Jóvenes mujeres que seguían dependiendo de hombres de grandes fortunas. Un día mi abuela La Duquesa Del Pepinillo, siempre a la última en las modas sociales, reunió a varias jovencitas de la alta sociedad las cuales seguían bajo el yugo del marido opresor que les negaba trajes y joyas sin explicación alguna teniendo que asistir a reuniones en las embajadas con un triste Yves Sant Laurent (por todas sabido que es el más barato de los diseñadores).
Mi abuela propuso el termino: BOLLERAS DE CONCIENCIA. Esto quería decir que las mujeres tenían que unir fuerzas y lazos entre ellas, ayudarse en todo lo posible. Si alguna sabía del secreto del marido de otra, esta debería contárselo a la susodicha. El truco estaba en desvelar los secretos más intimos de sus maridos y chantajearlos. Puede que esto no suene bien pero la mujer tiene y debe defenderse con todas sus armas contra el machismo que gobierna el mundo.
Así que una BOLLERA DE CONCIENCIA es una mujer que cuida de otra por algún beneficio. Ya había terminado la década del feminismo, era hora de las BOLLERAS DE CONCIENCIA.

!ALARMA¡. CON URGENCIA SE NECESITA BOLLERA DE CONCIENCIA.
Nos encontrábamos Margarita Rotemberger y yo sumergidas en una profunda e interesantísima conversión sobre si el color berenjena sería la última moda o por el contrario se impondría el negro y oro. Al final de la tienda de VALENTINO, en la Quinta Avenida de New York, se encontraba un matrimonio. 
La mujer de pelo rubio y de rasgos suaves con estilo lo suficientemente elegante como para pertenecer a mi club de mejores amigas. Estaba llorando a moco tendido. Su marido no dejaba de acosarla verbalmente con ejemplos tales como: (Ese modelito tiene demasiado estilo para ti). (No vales nada sin mi dinero). (No debí casarme contigo). (¿Puedes hacer el favor de no llamar tanto la atención?). Y así todo el rato. La chica estaba en un estado de nervios insoportable. A cada ataque verbal de su marido ella lloraba más y más y cuando este le decía que parase, más lloraba la pobre.
Margarita Rotemberger me miró muy seriamente a la cara, directa a los ojos.
- ¿Has oído hablar alguna vez del movimiento BOLLERAS DE CONCIENCIA?.- Me preguntó.
Yo no puede evitar soltar una carcajada. ¿Cómo era posible que el movimiento que había creado mi abuela aún permaneciera intacto?. Y por lo que podría deducir a la orden del día.
- No te lo vas a creer. Mi abuela la Duquesa Del Pepinillo Siempre Tieso Martínez De Espumosa.
- !Cielo santo¡, ¿De Los Espumosa de toda la vida?.- Contesto Margarita asombrada, del verbo sombrilla. (Aclaro estos términos para que ustedes no pierdan el hilo de la narración u o chismorreo).
- Si la misma.- Contesté.- Fue ella quien invento ese concepto. Yo soy una BOLLERA DE CONCIENCIA.- Afirmé tajantemente.
Margarita sonrió extasiada. Había encontrado como se suele decir la horma de su zapa de PRADA, osea, yo. Y yo había encontrado en Margarita una mujer lo suficientemente valiente como para casarse cinco veces con cinco maridos que superaban los 80 años y manifestar abiertamente que lo había hecho por dinero. (Debería de ser un trabajo. Incluso estoy pensando en mandar un fax al Ministerio de La Seguridad Social para que me den de alta como autónoma).
Margarita Rotemberger jamás me fallaría. Era clara, concisa y sincera. No se podía pedir más.
- ¿Puedes ver a esa chica que no deja de llorar porque el cabrón de su marido la acosa verbalmente?.- Me preguntó.
- Si. Es espantoso. De buena gana iría ahora mismo y le daría de hostias hasta que cayese al suelo.- Contesté.
- ¿Y quien nos lo impide?.- Contesto Margarita con una pregunta directa. 
Era cierto, ¿quien diablos me impedía partirle la boca a aquel mal nacido?.
- Dime. ¿Me ayudaras?.- Pregunto Margarita en un tono entre la suplica y el descaro.
No lo pensé, salió solo, espontáneo, natural.
- Si, te ayudaré.
- Júramelo por Helena Rubinstein.
- Te lo juro por Helena Rubinstein. Por Clinic, Shiseido o CoCo Chanel.


AND ACTION !!! 
Nos acercamos a la pareja muy resueltas las dos. Miramos a la mujer con esa mirada cómplice que solo una mujer y bollera de conciencia saber poner. Entre cerrando los ojos sonriendo, moviendo ligeramente la nariz, abriendo los labios sutilmente para dejar ver mejor el rouge Chanel, para que brille.
- Disculpe. No hemos podido dejar de observarles desde la otra esquina de la tienda y tengo que decirles que están formando un espectáculo. Por supuesto nada tiene que ver con la ¿Señora?.- Preguntó Margarita a la mujer que con lágrimas en los ojos le contestó.
- Me llamo Eloisa. Eloisa Waterwather. Y este es mi esposo. Julien Jhonson Jacob´s.- Retiró la mirada de su marido y la fijo en el suelo. Quizás avergonzada de que le hubiesen llamado la atención por sus lloros.
- Cariño. No es por ti por lo que hemos venido a llamar la atención.- Dije levantándole la cara con la ayuda de mi mano, ligeramente en un acto casi imperceptible.
- ¿Entonces?.- Preguntó Eloisa con cara de no entender nada. Se ve que años de mal trato psicológico la habían hecho creer que ella era la culpable de todo.
- Estamos aquí por el cerdo de tu marido.- Contestó Margarita.
Julien se acercó hacia Margarita. Aunque las distancias eran cortas él se acercó más. Rotemberger estaba muy acostumbrada a aquel tipo de hombre y sonrió cuando lo tuvo justo delante de sus narices.
- Si usted. Un jodido y puerco maltratador de mujeres.
- Cómo se atreve a insultarme de esa manera.- Contestó Julien. Esta cazurra arruina cualquier cosa. La he traído aquí, a VALENTINO, nada más y nada menos para ponerla un poco decente para la cena en la embajada Española que tenemos esta noche. Y no es capaz de conjuntar o elegir un vestido con clase. ¿Pero cómo se me ocurre que tenga clase?.- Se preguntó a sí mismo el señor Julien.
- Ahora mismo le abofetearía la cara hasta quedarme sin huellas dactilares. Pero temo se me parta una uña, eso sería una catástrofe, dejar una uña tirada en el suelo de mármol travertino de esta lujosa tienda.- Contesté infringiendo un tono de voz seguro.
- El dinero es mio.- Contestó Eloisa.
-¿Cómo?.- Pregunto Margarita Rotemberger totalmente extasiada.- ¿Que este hijo de la gran puta te maltrata y el dinero es tuyo?. ¿Por qué lo permites?. Tu vales mucho querida Eloisa. Tienes ese glamour innato que pocas chicas tienen y matarían por el. ¿Verdad Macarena?.
- No comprendemos Eloisa. Si la fortuna es tuya. ¿Porqué permites que te maltrate?.- Contesté esta vez en un tono pacifico y comprensivo.
- Márchense ahora mismo o llamo a la policía.- contestó el marido.
- ¿A la policía?, Ja.- Mi nuevo marido es el nuevo director de la policía de New York City. Inténtelo y acabará inmediatamente en la cárcel.- Contestó Margarita. A mi me extrañó mucho pues no era margarita mujer de casarse con hombres de tan poco rango.
- Eloisa. Venga con nosotras esta noche a la embajada Española. Nosotras también estamos invitadas. Siempre nos invita a cualquier fiesta, sea en Madrid, New York o Pekín.
La mujer levantó la cara. Dejó de llorar. Nos miró a Margarita y a mi y luego dirijo una fría mirada a su marido.
- Llevo años soportando tus maltratos verbales. No me has pegado nunca porque sabes que mi padre no lo permitiría jamas y te dejaría en el paro. Terminaría contigo de un plumazo. Pero ya es hora de terminar con todo esto. Ya es hora de ser una....¿Como se dice?.- Nos pregunto.
Margarita y yo contestamos muy serias ambas a la vez.
- Bolleras de Conciencia.
- Pues eso. Ya es hora de ser una bollera de conciencia y mirar más por mi. Aquí el único paleto sin estilo eres tú. Te casastes conmigo por los negocios de mi padre. Eras un chico vulgar de pueblo, vulgar, tremendamente vulgar. Adquiristes un poco de refinamieno de mi exquisita educación...
- ¿En colegio privado de Suiza?.- Preguntó Margarita. Aquello se había convertido en toda una escena de culebrón venezolano.
- De lo más Suizo.- Contestó Eloisa.
- Ya decía yo. Ese porte, ese caminar con zapatos de tacón de veinte centímetros. No podría ser de otra manera.- Dijo Margarita sin dirigirse a nadie en particular.
Eloisa se acercó a su marido y en medio de la tienda que por el horario estaba casi masificada de señoras de alta sociedad, tomó con su mano las partes intimas de Julien su marido y las apretó con fuerza.
- Ya no más. Nunca Más.- A Julien se le congestiono la cara. Margarita y yo tuvimos que girar la cabeza para ver la mueca de dolor del marido de Eloisa.
Julien se quedó solo. Las tres nuevas amigas nos dirigíamos a la puerta. Margarita Rotemberger volvió hacia donde se encontraba Julien con cara de bobalicón.
- ¿Sabe ese señor de sombrero que está al final de la tienda. Aquel que va acompañado por el estrafalario rubio que se le parece a David Bowie?. Pues ha dicho de usted que es un afeminado. Que se le nota la pluma a la legua y que por eso maltrata a su mujer. ¿Sabe?, quizás este de acuerdo con él.
Margarita se retiro y nos acompañó hasta la salida donde nos esperaba su limusina.
Mientras en la tienda Julien se acercó hacia el señor Torcuato como un toro de Osborne y le pegó un puñetazo que le hizo saltar dos muelas.
Desde la calle podíamos oír cómo gritaba el señor Torcuato. Margarita Rotemberger sonrió llena de felicidad antes de entrar en la limusina.
- Se lo merecen por misóginos.
Cerró la puerta de la limusina y esta se puso en marcha.




"No hay nada más despreciable en el hombre que maltratar a una mujer. Deberían ser juzgado y encerrados por el resto de sus días.
No se puede vivir con miedo.
En España hay miles de mujeres maltratadas por sus maridos tanto física como psicológicamente.
Todos conocemos de cerca uno de estos casos
y no hacemos NADA para evitarlo.
DENUNCIA"
Teléfono para denunciar (no aparecerá en la factura del teléfono 016 (Para España)
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